Ensayo

 

Fidel Castro Ruz 1926-2016

2016-11-27 10:15:06

"Sin la capacidad de leer y escribir no hay posibilidad de pensar"

 

 

Líder de la Revolución Cubana, ideólogo, protagonista de la segunda mitad del siglo XX, Fidel Castro se convirtió en bisagra de las tensiones globales entre América Latina y el mundo anglosajón, entre el bloque socialista y el capitalista. En este ensayo, el autor recorre pasajes que hoy son parte de la cultura y la historia mundiales

 

Por Héctor Iván González (@HectorIvanGP)*

 

Hablar de todo

Hace diez años –a mediados de mayo de 2006–, Ignacio Ramonet presentó en la isla de Cuba Fidel Castro. Biografía a dos voces,[1] obra donde se publica una serie de conversaciones con el líder de la Revolución Cubana. Los encuentros se realizaron hacia enero del 2003 y concluyeron en diciembre de 2005, acumulando un total de 100 horas de largas conversaciones con Fidel. En este diálogo, el Comandante expuso brevemente una biografía personal donde se explaya acerca de su infancia, conocidos y situaciones que lo llevaron a tomar la opción armada en su país; sin embargo, es evidente que en el recuento, por encima de él, siempre estuvo Cuba y su historia. A lo largo de la lectura algo nos hace pensar que para Fidel su persona es sólo la reunión de varias circunstancias propiciatorias. Como si en sí mismo, lo primero que se tuviera que superar fuese el culto a la personalidad, al igual que si todo se pudiera sintetizar en una profética carta que desde la Sierra Maestra le escribió a Celia Sánchez:

 

[...] Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos [los americanos]. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero.[2]

 

Y al señalar esto repite algo que José Martí escribió en una misiva previa a su muerte:

 

Todo cuanto he hecho hasta hoy y haré es para impedir, con la independencia de Cuba, que Estados Unidos se extienda sobre el resto de los países de América.[3]

 

De tal forma que para Fidel no existía dólar que valiese ni gloria que importara, en su concepción el trabajo que realizó se limitó a una función ética, la resistencia y liberación de su país.

Desde sus días como niño guajiro en la finca de su padre, Fidel Castro pudo entender la trascendencia de la educación en las personas, la forma en que la posibilidad de leer y escribir desarrolla la mente. El Comandante narró a Ramonet el momento en que un campesino le pidió que le escribiera una carta a su novia, ya que él no sabía escribir. El niño Fidel le preguntó qué quería decirle, dando por hecho que el chico ya tenía una idea estructurada, un sentimiento para compartir, sin embargo, el campesino le respondió que no sabía qué decirle, que Fidel fuera el que le expresara algo. Y en ese momento Fidel se dio cuenta de que sin la capacidad de leer y escribir no hay posibilidad de pensar ni de imaginar. Quizá esto haya sido una experiencia crucial para que uno de los propósitos de la Revolución Cubana fuera la alfabetización de todo el país.

En estas conversaciones el diálogo se estableció sin cortapisas de ningún tipo, no hubo tema que se escamoteara o se evadiera, pues éstos se abordaron de frente, ya fueran históricos: los antecedentes de la Revolución –los cuales los data Fidel en 1868, y no en 1953–, los albores del poder popular, el terrorismo que efectuó E.U. contra la isla, el bloqueo y la ley de ajuste cubano;[4] como también los conflictos bélicos: Playa Girón, la crisis de los misiles, el apoyo a Vietnam, al Congo contra la ofensiva de Sudáfrica, también su relación con los grupos revolucionarios de este continente. Y a pesar de ello, no se dejaron de lado los asuntos que más ha utilizado E.U. y sus aliados para minar la popularidad de la Revolución en la comunidad internacional: la pena capital, el caso Ochoa, la situación de los llamados “disidentes”, las crisis migratorias, la falsa tenencia de armas bioquímicas, el proyecto mal nombrado [Félix] Varela, impulsado por el protegido de José María Aznar, Osvaldo Payá, y la oleada de secuestros aéreos en mayo y abril del 2003.[5] Y por supuesto –el tema preferido de la mafia de Miami– qué pasará cuando Fidel no esté. Cada uno de estos temas fueron encarados con una lógica y una decisión que en su contexto gozan de toda congruencia.

Pues bien,  el día en que Fidel Castro no esté finalmente llegó.

 

 

Fidel Castro Ruz

El líder de la Revolución Cubana: el joven abogado que arrancaba las páginas de los libros de Derecho una vez habiéndolas leído, porque se obligaba a leerlas tan bien que no pudiera releerlas nunca más (dixit García Márquez)[6], el personaje que cayera en prisión después de intentar el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y que no sucumbiera a la cárcel para que en su alegato acuñara la frase “La historia me absolverá”, el cubano en tierras mexicanas que cuajara amistad con Ernesto “Che” Guevara, quien preparó el asalto asesorado por republicanos españoles, quien fuera detenido por el psicópata Gutiérrez Barrios y que fuera liberado al saber que la insurgencia no era en este país, el guerrillero que conducía columnas de soldados en la Sierra Maestra –donde jugaba de niño– y que triunfara junto con muchos otros héroes al vencer al gobierno de Fulgencio Batista al que no pudo sostener ni el apoyo estadounidense provisto por el gobierno y la mafia.

El orador de la paloma blanca en el hombro y en la cachucha militar, aquél quien le dijo al “Che” que los cartelitos que cargaba la clase alta muy pronto se iban a caer al ver que iba a haber un cambio radical en la isla. El político que dijo que la Revolución Cubana no era roja sino verde olivo y que anunció el carácter de la Revolución como popular y no como la dictadura del proletariado. El líder de un ejército que se identificaba con el pueblo y que renunció al cargo de primer ministro del Gobierno de la Revolución debido a las ambivalencias del presidente Manuel Urrutia, el hombre por el que los diarios de Cuba titularon Fidel se va. El orador de los discursos extensísimos, el polemista que visitó la ONU alojándose en Harlem. El hombre que la CIA quiso matar más de cien veces, el amigo de Gabriel García Márquez, a quienes un francotirador tuvo en la mira pero que no se atrevió a jalar el gatillo. Quizá de todas estas improntas, también haya que rescatar algunos episodios, porque Fidel Castro era una suerte de mito para muchas generaciones, las cuales se hacían de un criterio de aversión o de admiración dependiendo de las diferentes versiones que les llegara.

 

 

 

La Crisis nuclear y la traición rusa

Si hubiera un momento en el que valdría la pena detenerse, más allá de la defensa de la cabeza de playa de Bahía de Cochinos, cuyos planes de invasión desde Guatemala y República Dominicana, hechos por E.U., fueron descubiertos por el argentino Rodolfo Walsh, sería el momento en que Cuba almacenó los famosos misiles rusos en 1962. Quizá ese sea el momento en que concentró mayor atención la Revolución Cubana y donde se mostró la verdadera relación que mantenía con una Rusia cada vez más corrupta. Debido al Derecho Internacional donde se ostenta que los países pueden comerciar, hacer alianzas, crear vínculos de cualquier tipo, Rusia envió una serie de misiles SS-4 a la isla. Sin embargo, debido a la serie de asedios de espionaje que E.U. realizaba por medio de aviones U-2, Kennedy puso el grito en el cielo, el 22 de octubre, y señaló con gran dramatismo que el mundo estaba al borde de una “crisis nuclear”, porque Cuba no debía tener esos misiles.[7]

No sólo era un acto de cinismo mencionar que los misiles se encontraban en la isla, era un acto de prepotencia al admitir tácitamente que estos aviones, así como algunos otros que asolaban la siembra en el campo cubano y que cometían terrorismo contra sus pobladores, sobrevolaban el espacio aéreo cubano sin ningún respeto por el Derecho Internacional. Debido a la situación de incomodidad, Castro y Jrushev acordaron hacer presente un Pliego petitorio en el que se exigieron, a cambio de regresar los misiles a Rusia, que cesara el espionaje y el terrorismo contra Cuba, que se cancelara el bloqueo económico que había impuesto unilateralmente E.U. a los países de la región, el retiro de la base militar en Guantánamo.

Debates en la ONU, asedios con vuelos rasantes con aviones U-2, el derribo de uno de estos aviones, la muerte del piloto norteamericano Rudolph Anderson, el bloqueo de navíos a la isla, el número de navíos rusos en marcha por el Atlántico hacia Cuba, toda una crisis mundial agravándose minuto a minuto. “En ese momento de máxima tensión, los soviéticos le envían a Estados Unidos una proposición. Y Jruschov no lo consulta con nosotros. Proponen retirar los misiles, si los norteamericanos retiran sus cohetes Júpiter de Turquía. Kennedy acepta el compromiso el 28 de octubre. Y los soviéticos deciden retirar los SS-4. Aquello nos pareció absolutamente incorrecto. Ocasionó mucha irritación”, señaló Castro.[8] Incluso, los rusos aceptaron que el retiro de los misiles fuera supervisado por norteamericanos en suelo cubano, a lo cual la Revolución se rehusó. De este episodio, los rusos obtuvieron la pírrica victoria de que E.U. retirara los misiles Júpiter de la península turca y el descrédito de que ante la presión norteamericana no sabrían actuar. Décadas posteriores, la falta de estrategia y de planificación desembocó en la caída de la URSS, debido al crecimiento del mercado negro, promovido por la mafia, la corrupción del Estado y la voracidad de Mijaíl Gorbachov y de Boris Yelsin.

 

 

Crítica de izquierda a izquierda

Asimismo es necesario señalar que la Revolución Cubana fue eso: una revolución, y cuyo sentido primordial es oponerse a las dinámicas comerciales, de explotación y de usufructo del sistema capitalista. Centrar el poder económico en el Estado y distribuir la riqueza es su objetivo, como tal en su origen afecta al sistema burgués que ha visto el comercio y al mercado como la única vía de funcionamiento. En el contexto cubano, el triunfo de la Revolución alentó, para muchos capitalistas exiliados en diferentes países, sobre todo en E.U., la esperanza de que sólo se haría un reajuste de cabezas; pensaron que la salida del tirano Batista les proveería de una oportunidad de reinsertarse en el sistema. La Revolución Cubana no les dio gusto y Fidel Castro se convirtió en el malo favorito de esa burguesía acomodaticia y frustrada.

El peor delito que cometió la Revolución Cubana a estos burgueses fue el no avalar el Pacto de Miami, de 1957, con el cual el exilio simulaba oponerse al gobierno de Batista. En los años que siguieron Miami se volvió la trinchera de una sociedad que a la par que pedía diálogo apoyaba los ataques terroristas a Cuba, que al mismo tiempo que pedía libertad de prensa en la isla, patrocinaba con cuantiosas cantidades a grupos contrarrevolucionarios, que mientras hablaba de que el gobierno de Castro era una dictadura, creaba vínculos con la derecha en España y México.

Esta comunidad enriqueció e hizo prosperar periódicos como el Miami Herald, cuyos columnistas han sido apuntalados al punto de otorgarle medio Pulitzer a uno de ellos, Andrés Oppenheimer. Es difícil cerrar los ojos a los atentados a la isla, a todos los intentos fallidos de asesinar a Fidel Castro, a la ley Helms-Burton, la cual causa represalias directas a todo país que se vincule económicamente con Cuba. Es difícil ignorar el doble rasero de E.U. que otorga la nacionalidad inmediata a los cubanos que pisen suelo norteamericano. Al menos, desde mi postura como mexicano, me asombra la doble moral ante el trato para los inmigrantes cubanos en comparación a los inmigrantes mexicanos, panameños, hondureños y de otros países de América Latina, quienes son perseguidos, asesinados, extorsionados y deportados del país de las barras y las estrellas.

Por su parte, la Revolución Cubana cometió errores, que fueron amplificados y usados por la contrarrevolución, y de los cuales se ha retractado tardíamente, como ha señalado Michael McCaughan: La discriminación a la comunidad homosexual, su incomprensión absoluta y su supuesta “corrección” me parece el aspecto más deplorable. Debido a un prejuicio, más que político, un prejuicio generacional, la Revolución Cubana interpretó la homosexualidad como una muestra de extranjerismo, un exceso de la juventud, un desvío del comportamiento. Me parece que la Revolución Cubana, ya no Fidel, está en deuda con esa comunidad que desde innumerables espacios contribuyó al desarrollo de la isla. Sin embargo, tengo claro que la homofobia de la Revolución es un error proveniente de viejas taras cubanas o latinoamericanas, y no por la adopción del socialismo.

Por el lado de la izquierda mexicana, se le imputa a Fidel Castro habernos dejado con un palmo de narices al venir a la toma de protesta de Carlos Salinas de Gortari en diciembre de 1988. Validar el fraude contra el hijo del General Lázaro Cárdenas, quien fuera uno de los mayores defensores de la Revolución Cubana, fue un despropósito evidente. Sólo puedo pensar que al año siguiente el Muro de Berlín se derrumbaría y la URSS caería un par de años después y que Fidel Castro estaba ávido de fortalecer sus lazos internacionales, a pesar de que, asegurando el apoyo para Cuba, una gran parte de la izquierda mexicana se sintiera traicionada. Vale mencionar que la familia Cárdenas no le guardó rencor al Comandante y siguieron visitando Cuba sin ningún empacho.

Respecto a las presiones que ha tenido la isla para ser visitada por vigilantes de los Derechos Humanos o de ser inspeccionada para corroborar que no produce armamento nuclear o biológico, es importante recordar que la andanada de peticiones, sugerencias e instigaciones se han presentado desde el inicio de la Revolución Cubana con la intención de desprestigiarla. Posteriormente al ataque al World Trade Center de Nueva York, en 2001, el gobierno cubano invitó al expresidente norteamericano Jimmy Carter y a su Fundación a conocer qué tipo de avances realizaba Cuba en el campo de la medicina y desechar el rumor de que se creaba armamento secreto. Fidel Castro y la Revolución Cubana se han negado rotundamente a recibir cualquier tipo de inspección porque no confían en las asociaciones que vigilan los Derechos Humanos. Me parece que es lamentable que no les permitan hacer esa verificación, así como hay que verificar el origen de los fondos de las asociaciones cubanas contrarrevolucionarias, es importante saber de dónde provienen los fondos de quienes buscan la caída de la Revolución. Asimismo, me pregunto a qué órgano internacional le gustaría verificar quién patrocina a los disidentes en la isla.

 

 

Fidel se fue, pero no se fue

A principios de 2008, Fidel Castro renunció a su cargo como Presidente del Consejo de Estado de Cuba. Después de superar la crisis de los años 90, de poner a disposición el espacio aéreo de Cuba para lo que necesitara E.U., durante el 11 de septiembre de 2001, después de superar la crisis del secuestro de los aviones, acto inspirado por el refuerzo para la comunidad de Miami con el triunfo de Bush Jr. contra Afganistán e Irak, después de evidenciar la política entreguista de Vicente Fox y de su canciller Jorge G. Castañeda. Después de haber dado algunas clases de política en los albores del siglo XXI, Castro Ruz renunció a su puesto para que lo sucediera Raúl “La hormiga” Castro Ruz. Situación entendible en el contexto cubano, ya que no se trata de una democracia parlamentaria ni una democracia representativa, sino una Revolución en el contexto latinoamericano.

Basado en la noción de que una Revolución tiene como primer deber “crear cuadros” y así renovarse, Fidel ha educado y formado a una generación de políticos. Raúl Castro es uno de ellos, quien ha logrado hasta la fecha llevar cierta soltura en varias restricciones que se estilaban anteriormente. El deshielo de las relaciones con E.U. puede ser muestra de la madurez que ostenta la isla cubana. Al pensar que Fidel había renunciado, el mundo especulaba sobre el estado “real” de la salud del Comandante en jefe, algunos rumoraban que podría estar muerto pero la Revolución se negaba a admitirlo, con lo cual cada foto, video o reflexión en la que se mostraba a un octagenario Fidel, demacrado y embestido con sus pants, daba al traste con las especulaciones.

Al morir Fidel Castro muere un personaje crucial del siglo XX. Un líder más allá de la Revolución Cubana y más allá del socialismo latinoamericano. Es probable que, junto con Gabriel García Márquez y el “Che” Guevara, Fidel sea la figura más célebre de América Latina. Incluso en la película Nostalgia, del director de cine Andrei Tarkovsky, se dice que alguien da un discurso “como si fuera Fidel Castro” en Roma. No obstante, para no caer en el culto a la personalidad, más allá de la barba, del habano inmarcesible y del uniforme verde olivo, la figura de Fidel Castro Ruz es la de un latinoamericano que, con base en la historia de nuestro continente, le exigió respeto a todos los presidentes de E.U. que le tocó encarar, les reclamó un trato de igual a igual, tal como debería hacer cualquier gobernante en este mundo que jamás podrá ser comprado por los dólares.–

 

*Héctor Iván González (Ciudad de México, 1980) es escritor y licenciado en Letras Francesas por la UNAM. Coordinó y prologó La escritura poliédrica. Ensayos sobre Daniel Sada (FETA, 2012). Fue becario del FONCA 2012-2013. Junto con Adriana Jiménez, editó y prologó El Temple deslumbrante. Antología de textos no narrativos de Daniel Sada (Postdata, 2014). Colabora en medios como Este PaísNexosLa JornadaRevista de la UniversidadCrítica de la BUAP, entre otros. Acaba de publicar su libro de ensayos Menos constante que el viento  (Casa Editorial Abismos, 2015).

 

Arte en fotografías: Ian Sebelius (Montreal, 1990) estudió Comunicación Social en la UAM Xochimilco. Es postproductor en Efekto TV. Vive en un mundo de mentiras fabricando fantasías.

 

 

Imágenes: 1.http://bit.ly/2fCvPuJ  2.http://tlmdo.co/2gwmMMv


[1] Ramonet, Ignacio, Fidel Castro, Biografía dos voces. Ed. DEBATE 2006.

[2] Furiati, Claudia, Fidel Castro, La historia me absolverá, ed. Plaza & Janés. 2003.

[3] Ramonet, Ignacio, Op. cit. , pp. 37.

[4] Esta ley autoriza la Residencia a cualquier ciudadano cubano que llegue a tierra estadounidense, la cual ha incentivado irresponsablemente la emigración clandestina.

[5] Sobre el particular vale la pena revisar el documental dirigido por Oliver Stone, Looking for Fidel.

[6] García Márquez, Gabriel. Cuando era pobre e indocumentado. Editorial Rotativa, 198….

[7] “Es sabido que fue un miembro de los servicios de información soviéticos, el coronel Oleg Penkovsky, quien dio a los norteamericanos el emplazamiento preciso de los misiles que luego el U-2 detecta”, palabras de Fidel Castro al respecto, Ramonet, op. cit. pp. 249-255.

[8] Ramonet, op. cit., p. 252.

Revista Desocupado